lunes, 30 de mayo de 2011

Néctar de la noche

La ciudad esta viva. Parece latir en el contraste de tantas luces que van , vienen o simplemente parpadean en lo alto. Es la hora de la cacería de unos contra otros.
Esbelta y filosa la avenida secundaria por la que confluyen trabajadores de la noche: putas por hora, barrenderos, policías, taxistas desvelados, minas de alto costo, hombres jóvenes con precio y por supuesto: los clientes.
La mujer apenas si pasa el medio siglo, es ágil para caminar y lleva su bolso con elegancia. Difícil ponerle algún rotulo, difícil entender lo que hace, habría que sentirlo para, al menos, comprenderla.
Después de muchas vueltas se decide y sube a un taxi. El chofer es joven , aparenta estar sano y sus manos están limpias.Ese detalle le ha servido en otras oportunidades para una buena elección.
Le dice que la lleve a uno de los puentes que separa la zona comercial de los suburbios.
En una corta charla descubre que el taxista es un tipo soltero y que se ha distanciado de su novia por celos de aquella.
-No es para menos-acota ella- yo pensaría lo mismo.
El hombre le sonríe por el espejo y acomodando el adminiculo le observa el torso contundente y muy bien expuesto bajo una tela traslucida.
No demoran mucho en detenerse en una zona oscura.
El se pasa atrás y se hecha sobre la mujer ansioso por saborear la abundancia de esos senos.
Ella lo deja hacer, disfruta todo lo que puede hasta que su deseo supera al de él.
Con un fino estilete le atraviesa la garganta y, mientras el infeliz se desangra, ella saborea los borbotones del caliente líquido y se relame ante el exuberante festín.
El cuerpo frío queda sentado al volante, petrificado por la muerte. Ella ha limpiado su huellas y no hay rastros de violencia.
En el río arroja los elementos de valor de su víctima para fingir un robo.
Ya lo ha hecho muchas veces desde que ,por primera vez en su infancia, disfrutó de ese néctar que aun la mantiene viva.

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